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martes, 17 de junio de 2008

Síndrome del Docente Quemado y el El mobbing

SÍNDROME DEL DOCENTE QUEMADO
Enviado por Raul Isman el 16/07/2007Seccion : Educacion(GRUPO COCIENCIA DOCENTES)Asociación Libre de TrabajadoresLa Escuela y su Marco SocialA partir de la dictadura militar de 1976, se implementaron en nuestro país, como parte de un programa económico mundial, una serie de medidas económicas que intentaron superar la crisis producida por el aumento del petróleo a principio de la década del 70. El resultado fue un aumento de los negocios financieros en desmedro del sector industrial y, en particular, de la clase obrera, que a partir de entonces sufrió una incesante disminución de su masa salarial. Pero el broche de oro llegó a comienzos de los noventa, cuando entrado ya el mundo en el proceso de globalización de los capitales, en la Argentina se procedió al remate generalizado de las empresas públicas y al despido masivo de obreros, dando lugar a un desempleo estructural cuyas consecuencias se verían en poco tiempo. A mediados de la década, el desempleo y subempleo alcanzaba, aproximadamente, al 40% de la Población Económicamente Activa (PEA). y se mantendría en esos valores, al menos, durante otros diez años más.En este marco, la triada desempleo, miseria, marginalidad, se transformó en el punto de partida de un proceso de fragmentación, que arrasó con los valores burgueses que hasta entonces sostenía la sociedad. La cultura del trabajo, el respeto a los mayores, la autoridad paterna y del docente, pasaron a ser parte del pasado. La educación dejó de ser vista como una escalera para el ascenso social, mientras que la escuela pasó a ser un centro de contención para millones de chicos de padres desempleados, que recibían allí su única comida diaria.Al calor de los cambios económicos, se produjeron también reformas en el sistema educativo, que no solo atentaron contra el nivel académico sino que tuvieron por objeto desnaturalizar su rol pedagógico, para adecuarla a su nueva tarea asistencial. El docente, formado para enseñar, debió afrontar situaciones para las que no estaba preparado pero que les fueron encomendadas por el Estado bajo su total responsabilidad. Contener, enseñar, bajar los índices de repitencia y de deserción escolar, capacitarse en forma continua, trabajar con 35 a 40 chicos por curso en edificios cada vez más deteriorados y vivir con sueldos paupérrimos , fueron una constante en la vida del nuevo docente. Las autoridades buscaron mostrar los logros de la nueva ley educativa a través de los números de inclusión escolar y baja de la repitencia. Hacia adentro de la institución, esto se obtuvo a costa de la disminución del nivel de los contenidos y de una presión constante sobre los docentes para que aprobaran alumnos aunque estos no pudieran acreditar sus conocimientos. El “todo vale” ingresó por la puerta grande del sistema educativo haciendo añicos la autoridad del docente, que hasta entonces se basaba en su capacidad de aprobar o reprobar casi a voluntad. Sin su principal arma disciplinadora, el docente quedó acorralado entre las autoridades escolares y los alumnos, que no tardaron en aprovechar los nuevos cambios. El rol asistencial, obligó a los colegios a mantener abiertas sus puertas pese a las innumerables carencias que padecían, pues el comedor se transformó en una herramienta de vital importancia para la asistencia alimentaria de una creciente juventud empobrecida. Así se llega en nuestros días a edificios que se caen de a pedazos, sin vidrios ni calefacción en invierno, con aulas mal ventiladas en verano, sin agua ni gas, y, como muchos colegios del conurbano bonaerense no poseen cloacas, materia fecal en las calles producto del derrame de los pozos ciegos, que no dan a basto ante tanta cantidad de alumnos. Al mismo tiempo que se destruía el sistema educativo, paradógicamente, se construían escuelas colosales diseñadas para unos 25 chicos por aula, pero que debido al aumento de matrícula llegaron a albergar a cerca de 40. El hacinamiento en las grandes escuelas se da también con la baja de matrículas en otras más pequeñas, puesto que al tener de por sí menor cantidad de alumnos se le asignan menos recursos, lo que a su vez en el imaginario colectivo genera una preferencia de los padres hacia las primeras. El constante empeoramiento de las condiciones laborales, los bajos salarios y el aumento de los hechos de violencia como una constante cotidiana, han generado un desgano generalizado y un aumento del ausentismo docente. Esto se materializa en un creciente deseo de acceder cargos jerárquicos superiores o, directamente, de jubilarse por parte de aquellos que tienen mayor antigüedad y experiencia en el sistema. Los que no pueden apelar a ninguna de estas estrategias, optan por pedir licencia médica. El estado no tuvo más remedio que reconocer esta situación, al punto de impulsar desde la nueva Ley Nacional de Educación la permanencia de los docentes frente al aula. Sin embargo, en Capital Federal sigue siendo grave el déficit de maestros que no alcanzan a cubrir los nuevos cargos mientras que en Córdoba hubo recientemente una flexibilización para acceder a la jubilación, que fue masivamente aceptada por los trabajadores que podían cumplir con las condiciones requeridas.Encerrados en la aulas, temerosos de que se los responsabilice por algún accidente que puedan sufrir sus alumnos, intimidados por la prepotencia autoritaria de las autoridades escolares, formados para la sumisión del apostolado, desvalorizados socialmente por padres y alumnos, los docentes se ven acosados por múltiples frentes que atacan su salud física y psíquica. Ante esta realidad agobiante no hubo ningún tipo de respuesta contundente, ni desde las autoridades gubernamentales ni desde el propio sector docente, sea por intermedio de los sindicatos o por la formación de espacios autónomos de discusión colectiva. Solo algunos grupos aislados han alzado su voz esporádicamente, mientras que la mayoría ha elegido el mutismo y el aislamiento, lo que permitió la naturalización de la degradación permanente de las condiciones de trabajo. Por estos motivos, fue tomando forma en la figura del "docente mártir" que sin importar lo que suceda concurre a dar clase igual, como el "docente apóstol", pero que de vez en cuando se rebela exigiendo mejores sueldos. Este modelo es el que toman habitualmente los sindicatos docentes, cuando apelan a la legitimidad de su reclamo de aumento salarial, por otra parte siempre insuficientes, contribuyendo con este tipo de planteos a formar una imagen del docente degradado a la condición de limosnero, en lugar de reivindicar sus derechos como trabajadores. Síndrome del burnoutEn la práctica, las malas condiciones de trabajo se traducen en una constante presión física y psicológica que repercute directamente sobre la salud de los docentes, que no solo no pueden cumplir con su labor por un entorno desfavorable sino porque ya dejan de tener ganas de hacerlo. En definitiva, este marco social en el que el docente está inmerso produce en él una sintomatología conocida como "Síndrome del Docente Quemado" o en forma general "Síndrome del burnout", término que es acuñado por primera vez en 1974 por Freudenberger, que desde una perspectiva clínica, describió una serie de síntomas físicos padecidos por el personal sanitario como resultado de las malas condiciones laborales.Siguiendo con el mismo enfoque clínico, los primeros estudios sobre el burnout estuvieron enfocados sobre los profesionales más comprometidos con las presiones y demandas de sus trabajos que los obligaban a realizar esfuerzos que los sometían a un mayor desgaste emocional. Así para 1988 se comenzó a considerar como “un estado en el que se combinan fatiga emocional, física y mental, sentimientos de impotencia e inutilidad y baja autoestima, acompañado de un conjunto de síntomas que incluyen vacío físico, sentimiento de desamparo y desesperanza, desilusión, y desarrollo de un autoconcepto y una actitud negativa hacia el trabajo y hacia la vida misma.” Otro enfoque característico sobre el burnout es el psicosocial, desde la que se lo considera como una respuesta, fundamentalmente emocional, situando los factores laborales y los organizacionales como condicionantes y antecedentes. Bajo esta perspectiva el burnout es un síndrome de tres dimensiones que afecta a los profesionales cuyo objeto de trabajo son personas o usuarios. • Agotamiento emocional: cansancio y fatiga que puede manifestarse física, psíquicamente o como una combinación de ambos. Es la sensación de no poder dar más de sí mismo a los demás. • Despersonalización: es el desarrollo de sentimientos, actitudes, y respuestas negativas, distantes y frías hacia otras personas, especialmente hacia los beneficiarios del propio trabajo. Se acompaña de un incremento en la irritabilidad y una pérdida de motivación hacia el mismo. El profesional se distancia tanto de las personas destinatarias de su trabajo como de los miembros del equipo con los que trabaja, mostrándose cínico, irritable, irónico e incluso utilizando a veces etiquetas despectivas para aludir a los usuarios y tratando de hacerles culpables de sus frustraciones y descenso del rendimiento laboral. • Bajo Logro o realización profesional y/o personal: surge cuando se verifica que las demandas que se le hacen, exceden su capacidad para atenderlas de forma competente. Supone respuestas negativas hacia uno mismo y hacia su trabajo, evitación de las relaciones personales y profesionales, bajo rendimiento laboral, incapacidad para soportar la presión y una baja autoestima. La falta de logro personal en el trabajo se caracteriza por una dolorosa desilusión y fracaso en dar sentido personal al trabajo. Se experimentan sentimientos de fracaso personal (falta de competencia, de esfuerzo o conocimientos), carencias de expectativas y horizontes en el trabajo, y una insatisfacción generalizada. Como consecuencia: la impuntualidad, la abundancia de interrupciones, la evitación del trabajo, el ausentismo y el abandono de la profesión, son síntomas habituales y típicos de esta patología laboral. En cuanto a los síntomas, diversos autores revelan que se pueden agrupar en cuatro áreas sintomatológicas. • Psicosomáticos: dolores de cabeza, fatiga crónica, úlceras o desórdenes gastrointestinales, dolores musculares en la espalda y cuello, hipertensión y en las mujeres pérdidas de ciclos menstruales. • Conductuales: ausentismo laboral, conducta violenta, abuso de drogas, incapacidad de relajarse, etc.• Emocionales: distanciamiento afectivo que el profesional manifiesta a las personas a las que atiende, la impaciencia, los deseos de abandonar el trabajo y la irritabilidad.• Defensivos: aluden a la negación emocional. Se trata de un mecanismo que utiliza el profesional para poder aceptar sus sentimientos, negando las emociones anteriormente descritas cuyas formas más habituales son: negación de las emociones, ironía, atención selectiva y el desplazamiento de sentimientos hacia otras situaciones o cosas. También pueden utilizar para defenderse la intelectualización o la atención parcial hacia lo que le resulta menos desagradable.Centrándonos en los profesionales de la educación el síndrome estudiado se manifiesta a través de la apatía, perdida de interés y motivación así como también se observa que los docentes experimentan un sentimiento de “sufrimiento” al entrar en clase en donde la relación con el alumnado se percibe como una confrontación de intereses.Los síntomas comienzan con una situación de insatisfacción, ansiedad, angustia ante los problemas de la practica de la enseñanza; los maestros sienten una incapacidad para enfrentar el grado; y ese sentir entra en contradicción con la imagen del docente “Dios”, con el ideal que tenían de la profesión y terminan con cuadros de stress agudo, trastornos mentales y del comportamiento, abarcando enfermedades como depresión, pánico, fobias y stress postraumático.“... Soy maestra de escuela primaria desde hace 32 años. Mis únicas licencias prolongadas fueron por maternidad (y cuando eran de 90 días). Desde hace 10 años soy docente de una escuela privada de la Capital. En estos dos últimos años las cosas han ido cambiando: la dirección aunque está conformada por las mismas personas maltrata a los docentes, nos presiona, no se acerca cuando se requiere de su apoyo, no es aceptada, reconocida por los padres (no así los docentes). "Casualmente" desde los cambios producidos en nuestra interacción con el equipo directivo, gran parte de los docentes vamos cayendo enfermos: diverticulosis, intestinos irritables, pérdidas de embarazos, etc...A pesar de todo, por necesidad, vocación o qué sé yo, tal omnipotencia, todos volvemos y seguimos trabajando en ese clima.Desde junio me vengo sintiendo mal, creí que tenía un problema orgánico: sí, tenía síntomas diversos a los que se denominan SÍNDROME X, me medicaron, sin grandes respuestas y con un desgano, astenia, fatiga cada vez mayores... Mis compañeras, empezaron a insistirme en que me hiciera ver: estaba rara ..., por mi parte me "di cuenta" que esos momentos en que creía que "tenía sueño", en realidad, se me ponía la mente en blanco. Fui a ver a un psiquiatra, por recomendación del clínico y del cardiólogo: Me diagnosticaron BURN OUT... Desde la semana pasada ( aunque me costó mucho aceptarlo) tuve que pedir licencia...pero ¿recuperaré mi salud? La dejé en una de las dos escuelas en que trabajo, ¿creen que, al menos alguien de la Dirección se interesó en 1 semana por saber cómo andaba? Sí, lo adivinaron... ¡Nada les interesa! salvo que falte, aún enfermos, los docentes vamos a trabajar... A costas de qué, de quién, ¿de nuestras familias? ¿Alguna vez alguien comprenderá esto, alguien hará algo por ayudarnos a preservar nuestra salud? Creo que es nuestro deber para con las próximas generaciones de docentes informarlos para que puedan preservarse y es obligación de las instituciones preservar la salud de sus trabajadores.” Un artículo publicado en el diario La Nación a mediados de marzo de 2007, señala que según estadísticas del gobierno porteño, “la mitad de las personas atendidas en los consultorios externos de los centros de asistencia pública porteños y bonaerenses presentaron cuadros leves a graves de ansiedad y depresión”. En el mismo artículo se define, en palabras del doctor Daniel López Rosetti, al estrés como “la sensación de enfrentar una amenaza que no se puede sobrellevar y la reacción principal es el miedo a lo que provoca la amenaza”, mientras que “la ansiedad, en cambio, es un temor de menor intensidad que el miedo y sin un origen específico". El mismo especialista agrega que "En los países industrializados, entre el 80 y el 90% de las personas que concurren a los consultorios externos de los hospitales presentan síntomas compatibles con el síndrome del estrés." Esta situación produce conductas violentas, trastornos en el sueño, alteraciones gástricas, cardíacas y en la piel, las respuestas alérgicas o las enfermedades psicosomáticas. A fines de 2006, en un artículo de Clarín se daba a conocer las alarmantes cifras del burnout. “El 22% de los docentes porteños de todos los niveles que actualmente —esta época es considerada "pico" por la proximidad de fin de año— están con licencia por psiquiatría sufren este síndrome, según los datos del Departamento de Medicina del Trabajo del Gobierno de la Ciudad. Son casi 700 casos. Hace tres años, apenas el 12% de licencias por psiquiatría se debían a este problema. "La incidencia viene subiendo: en 2004 los casos de 'burnout' eran el 13,5%; y en 2005, el 19%, siempre considerando los 'picos' del año", detalla Jorge Stolbizer, director del área.” Y continúa “En lo que va del año, la Dirección de Educación bonaerense ya acumula casi 40.000 licencias médicas de docentes de todos los niveles con cansancio emocional, fatiga y sensación de estar sobrepasados de responsabilidades. (...) En Córdoba, por ejemplo, un informe de la Universidad Nacional de Córdoba afirma que uno de cada cinco docentes de escuelas primarias y secundarias padece de estrés laboral y su consecuente burnout.“Estos números alarmantes, son fácilmente atribuibles a los cambios económicos efectuados a nivel mundial durante los 90, que llevaron a una precarización del trabajo asalariado. El aumento de la jornada laboral, que ya nadie recuerda que alguna vez fue de ocho horas, el aumento constante de la canasta familiar, la disminución de los sueldos, el miedo a perder el empleo, la degradación del lugar de trabajo en cuanto a seguridad e higiene, son ejemplos de la pérdida sistemática de las conquistas obreras que se habían logrado desde las luchas de mediados del siglo 19. No pueden dejarse de lado, que tales modificaciones afectan directamente la salud física y psicológica de los trabajadores. Cuando se hace referencia a lo agitado que resulta el mundo contemporáneo, a lo vertiginoso del ritmo de vida, a las constantes exigencias del campo laboral, no se hace otra cosa que aludir con eufemismos a lo que antes se llamaba simplemente explotación. El cambio en el lenguaje y en las actitudes obedece a la pérdida de conciencia social de los trabajadores que se ven enajenados por un sistema que los oprime y deshumaniza. Por lo tanto, las soluciones no llegarán a través de las instituciones constituidas por el propio sistema, como el gobierno o los sindicatos, sino por obra de la propia organización y aotodeterminación de los trabajadores. A esta altura no se trata ya de luchar por ideales o utopías, sino de salvar la vida que nos es arrebatada cada día al ir a trabajar.
“El mobbing consiste en el deliberado y continuado maltrato modal y verbal que recibe un trabajador, hasta entonces válido, adecuado o incluso excelente en su desempeño, por parte de uno o varios compañeros de trabajo, que buscan con ello desestabilizarlo y minarlo emocionalmente con vistas a deteriorar y a hacer disminuir su capacidad laboral o empleabilidad y poder eliminarlo así más fácilmente del lugar y del trabajo que ocupa en la organización”
El concepto de mobbing es abarcado por el profesor Iñaki Piñuel:
“El mobbing consiste en el deliberado y continuado maltrato modal y verbal que recibe un trabajador, hasta entonces válido, adecuado o incluso excelente en su desempeño, por parte de uno o varios compañeros de trabajo, que buscan con ello desestabilizarlo y minarlo emocionalmente con vistas a deteriorar y a hacer disminuir su capacidad laboral o empleabilidad y poder eliminarlo así más fácilmente del lugar y del trabajo que ocupa en la organización”
¿Qué tipos de acoso existen?
El acoso de otros compañeros de trabajo
Siguiendo a Leymann, las razones son:
Un grupo de trabajadores intenta forzar a otro trabajador reciente a conformarse con las normas implícitas fijadas por la mayoría.
Enemistad personal o inquina de uno o varios compañeros.
Un grupo de trabajadores <> con un compañero, debido a una mera falta de trabajo o aburrimiento.
Se ataca a una persona débil, enferma, minusválida o con defectos físicos, para dar cauce a la agresividad latente o la frustración.
Se desencadena el ataque por las diferencias que se tienen con respecto a la víctima (extranjeros, sexo opuesto, otra raza, apariencia física distinta).
El acoso a un superior por parte de sus subordinados
Siguiendo a Leymann, hay dos tipos de acoso:
Un grupo de subordinados se rebela contra el nombramiento de un responsable o jefe con el que no están de acuerdo. Le <>
Un grupo de subordinados se rebela contra la parcialidad, arrogancia o autoritarismo del propio jefe, desencadenando el acoso. Estos casos no son muchos y suele triunfar el propio jefe.
El acoso de un superior a un subordinado
Cuando aparece este tipo de acoso suele ser con el objetivo del jefe de reducir la influencia social de su subordinado, o para que abandone su puesto de trabajo voluntariamente.
Este tipo de acoso aparece después de la decisión de despido o rescisión de contrato que ya ha sido tomada y no se le ha comunicado a la víctima. Para justificar este despido se empezará aislando socialmente poco a poco a la víctima hasta deteriorlarla psicológicamente. De este modo se le podrán atribuir problemas previos de personalidad... que justifiquen y hagan lógica la situación de despido.
En este tipo de mobbing la persona desconoce lo que verdaderamente ocurre.
Aunque el tema requeriría de un análisis más profundo quisiera finalizar presentando las características (Iñaki Piñuel) por una parte de las víctimas de mobbing y por otras las del acosador en esta tabla comparativa de elaboración propia:

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